Vergüenza o culpa

Discutía con Victor sobre mi escrito, “La maternidad bajo el techo de cristal”, y sobre la culpa a la que hago referencia por mi embarazo. Debatíamos si lo que en verdad sentí fue culpa o vergüenza y no tuve respuesta, no tenía claro su significado.

Un libro viene a mi cabeza repentinamente. Hace tiempo, leí “El Acontecimiento”, de Annie Ernaux. Una novela acerca del aborto en los años 60 cuando, una estudiante universitaria, descubre su estado de gravidez en medio de una sociedad en donde el embarazo fuera del matrimonio no solo era un estigma, sino que también era considerado fuera de la ley y decide abortar.

¿Esta chica sentía vergüenza o culpa del resultado de haber ejercido su sexualidad libremente en una sociedad en donde no era permitido? ¿O más bien, era el hecho de querer ponerle fin a un embarazo no deseado lo que la acongojaba?

Me di a la tarea de buscar la definición de estas palabras que ahora confundían mi entendimiento y, más aún, me invitaban a resignificar un pasaje tan importante en mi vida.

La Real Academia Española define la culpa como la imputación a alguien de una determinada acción como consecuencia de su conducta. Es el hecho de ser causante de algo. Es la acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado.

Y la vergüenza es definida como la turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida o por alguna acción deshonrosa y humillante. Es la turbación del ánimo causada por timidez o encogimiento y que frecuentemente supone un freno para actuar o expresarse.

Sería pues, ¿que aquella joven mujer sentía vergüenza por su embarazo y culpa por haber decidido interrumpirlo?

En retrospectiva y con una mirada más compasiva, creo que yo sentí vergüenza, vergüenza de haber transgredido mis conceptos fantasmales de profesionalismo en donde el empleado debe siempre estar dispuesto a responder al empleador, en donde, si se es profesional, se debe estar siempre a disposición de la demanda laboral. Con mi embarazo, yo había roto con esos preceptos que, como mujer profesionista, había construido. ¿Qué culpa tenía yo si no le hice daño a nadie al llevar en mi vientre a mi hermoso hijo?

Hoy, con satisfacción puedo reconstruir los cimientos de esos preceptos absurdos, pesados como el concreto, que me hicieron sentir vergüenza, pero hoy también sé, que esa vergüenza ya no es mía.

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