Tengo pedidos pendientes desde la semana pasada. Ya estamos a miércoles y supongo que tampoco llego con lo que me había propuesto entregar. Estoy pasada, agotada pero tendré que seguir el fin de semana también. Saldré en la próxima vida. Al menos los chicos están con el padre.
Yo sola me meto en estas cosas. Es que me cuesta decir que no, y además me gusta lo que hago. Tengo un “tema” con rechazar trabajo. No puedo. Me parece de mala mina decir “no” a un laburo, porque por acá el trabajo no abunda, precisamente. Tampoco abunda la gente que me elige.
Me hace sentir bien que compren lo que hago. Me siento importante. Querida también, aunque parezca mucho decir. Es que la competencia es enorme.
Las campañas, a esta altura del año, con descuentos, promociones, y flyers por todos lados, son como la gente que se pone botox o siliconas. Es como competencia desleal, digamos.
Si, está bien, supongo que cada uno ofrece aquello con lo que se siente más seguro. Todos queremos vender, gustar, ser elegidos. Pero en este momento me hace bien criticar. Ver afuera la mierda. En otro momento me haré cargo de lo que me toca, pero estos días necesito sentir que soy genial, que el resto ofrece cartón pintado pero yo soy honesta, sin conservantes ni tetas en la vidriera. Y merezco que me elijan, porque además está bueno lo que hago.
Además mi ex marido se encarga de pisotearme el narcisismo, que me cuesta tanto mantener a flote.
El otro día me dijo que había visto mi catálogo. Me sentí halagada por un segundo hasta que me largó, como si fuera experto en ventas, que tengo tantos pedidos porque tengo los precios demasiado bajos.
Tomé aire, respiré profundo. Mastiqué odio pero no se lo escupí porque sé que después me va a decir algo con aire de superado y va a empezar una cadena…y que después a mí se me va a soltar otra cadena. Y esta vez no quiero. Esta vez soy la artesana que pone sahumerios y música tranquila para trabajar.
Esta vez trato de no darle importancia. Me digo que él no sabe de esto. Tampoco sabe qué es lo importante para mí.
Antes, no hace tanto, hablábamos mucho de mi trabajo, y él me animaba a hacer lo que me gusta, me miraba trabajar mientras charlábamos y me cebaba mates. Me gustaba saber que me valoraba. Sus críticas eran constructivas.
Después vino su cambio de trabajo y nuevo grupo de amigos. Escuchar hablar de Eliana. Discusiones. Celos, distancia, desconexión.
Ahora él piensa que yo sólo trabajo para aportar lo que falta a su cuota alimentaria. No se da cuenta de que no basta con darle de comer a mis hijos.
Desde que se fue con esa mina, tengo que trabajar el doble, o el triple porque lo que más tengo que alimentar es mi autoestima. Corro y creo que voy llegando a un final de mes. Pero últimamente, cada vez que la alcanzo, aumenta de precio.