“Ve tras tus sueños” frase muchas veces expresada con una respuesta recurrente ¿cuáles? Esta es una de esas historias…
Me han dicho que soy una persona que “vive de sueños para no morir de realidad”. Sí lo soy, ¿pero sabes qué es lo más bonito? trabajar para volverlos tangibles: poder tocarlos, sentirlos y saborearlos hasta convertirlos en hermosas anécdotas que inspiren a otras personas a cumplir los propios, y ellas a otras. Así, podríamos crear un mundo más amable, hecho de metas alcanzadas y gente feliz. Ese es mi objetivo con este breve relato… inspirar.
Todo comenzó en Instagram, red social de la cual soy fan. En ella he encontrado cuentas muy motivadoras e inspiradoras, y fue a través de esta que me topé con la espontánea y divertida Gretta con Ganas, su autora es la talentosa ilustradora colombiana Angie Mansur. Las viñetas son sencillas pero con gran fuerza creativa, que reflejan, de manera muy amena, la vida cotidiana de mujeres como tú y como yo.
En 2022 Gretta publicó su primer libro en Colombia: El mundo de Gretta con Ganas. ¡Por supuesto que lo quería!, moría por tenerlo, mas en México no lo vendían, ¡oh, decepción!, pero de algo estoy convencida: el universo siempre conspira a nuestro favor, y ese mismo año mis mejores amigas y yo planeamos un viaje a Colombia, tocando base en Cartagena.
Siempre fui muy temerosa a las respuestas de las personas, pensaba que me contestarían mal, y me daba miedo. Por supuesto que eso lo he ido superando y aunque de repente el temor vuelve, me hablo a mí misma diciéndome que no pasa nada si alguien responde mal, no es mi problema sino el suyo.
Me quité las telarañas de la cabeza y decidí escribirle, con la idea de que no me iba a responder. Pensé: “Tiene 400 mil y pico de seguidores, cuántos no le escribirán al día”, así que mandé el mensaje sin esperar mucho, pero ¿qué crees? ¡Me contestó!
Angie es una persona sumamente sensible, empática y se caracteriza por su humildad, yo estaba sorprendida y muy agradecida por la atención.
Mis amigas son unas estrellas bajadas del cielo porque me tuvieron mucha paciencia y fueron muy solidarias. Se esmeraron en ayudarme a buscar el libro en Cartagena y Medellín (donde finalmente lo encontré), y después a esperar a Angie en un centro comercial de Barranquilla, sacrificando el paseo planeado. Aquí comienza la verdadera aventura…
En Cartagena conocimos a un taxista que se ofreció a llevarnos a la ciudad de Barranquilla el viernes 2 de diciembre. Llegó por nosotras al hotel en un auto particular, prestado y ¡destartalado! Honestamente dudamos si llegaríamos a nuestro destino; nos subimos con un poco de desconfianza, pero entre las cuatro nos dimos valor y nos fuimos…
Llegamos a un parador turístico, no recuerdo el nombre, pero la construcción era un sombrero “volteado” y adentro había un mural muy colorido con escenas típicas de la región, era hermoso; además el cielo estaba despejado, en un intenso tono azul, y el calor como me gusta.
50 por ciento por gusto y 50 por ciento obligadas hicimos pausa ahí: el coche se había calentado ¡omg!, y mientras nosotras tomábamos fotos, Charlie (si no mal recuerdo así se llamaba), se dedicó a echarle agua al carro; tuvimos que esperar a que se enfriara. Tiempo perdido, primera parte.
Retomamos el viaje; llegamos a Barranquilla alrededor de las 13:00 horas. El calor era intenso, lo mismo que el viento: deliciosos. Paramos en la Aleta del Tiburón, emblemático lugar a un costado del malecón del Río Magdalena. El plan era estar ahí un rato, ir al centro comercial donde me vería con Angie para la firma del libro y más tarde recorrer el centro de Barranquilla.
Después de tomarnos un sinfín de fotos y caminar un rato por el malecón decidimos irnos, pero cuando llegamos al carro nos llevamos otra sorpresa…¡una llanta se había ponchado! y cuál sería la siguiente sorpresa… ¡Charlie no llevaba gato para cambiar la llanta!, bueno, eso nos dijo.
Silvia, una de mis amigas (que es muy “entrona”) se fue directo a la cajuela, a vaciar toda la basura que ahí había ¿y que crees? ¡Encontró el gato! Finalmente, después de otras dos o tres horas perdidas, la llanta se pudo cambiar y emprendimos de nuevo el camino, en un tráfico peor que el de Ciudad de México (del regreso a Cartagena ni te cuento, esa es otra historia).
Llegamos al centro comercial. Chateaba con Angie para coordinar hora y lugar exacto del encuentro; me sentía como adolescente esperando a su superestrella para verla unos minutos; eso nunca lo hice de joven, entonces las sensaciones y emociones fueron nuevas para mí, y sí, me sentía como una jovencita.
El encuentro con Angie fue breve pero cálido. Nos reconocimos de inmediato, nos saludamos efusivamente, me firmó el libro, nos tomamos fotos y cruzamos palabras alrededor de 10 minutos. Le comenté que soy editora y que tengo mi propia empresa editorial (este es otro sueño cumplido); me dijo que tenía la inquietud de publicar un libro en México y que después nos buscaríamos para platicar. Ahí quedó, pero ambas entusiasmadas con la idea.
Ya son casi dos años desde ese encuentro. Personalmente nos hemos visto dos veces: aquel día en Barranquilla y el año pasado en la Ciudad de México. Hoy puedo decir que de esa firma nació una hermosa amistad y dos proyectos: la venta en México de productos con sus ilustraciones, y sí… ¡vamos a publicar un libro! AGUAA Editoras y Gretta con Ganas.
¿Cuál es la moraleja de esta historia? Si tú lo deseas no hay imposibles porque cuando se quiere se puede. Si me hubiera quedado con la idea de que Angie no me iba a contestar, en este momento estaría igual que al principio: sólo siguiendo a Gretta y dándole likes a sus post.
Los retos ahora son mi estilo de vida; lo más emocionante y motivante es el camino que se sigue para alcanzar las metas. Date permiso de experimentarlo, lo vale todo.
En el mundo editorial (entre otros) me falta un largo camino por recorrer y muchos obstáculos por vencer, pero con ganas, voluntad, amor y pasión te aseguro que lo voy a lograr; deseo de corazón que tú también.
Para concluir voy a parafrasear a mi querida Gretta con Ganas: ¡Todo tiene que ver con las ganas! ¡Hazlo!