Soledad más quietud era lo que aquella mirada perdida en un punto del universo pedía a gritos silenciados por sus propios impulsos.
Ella, joven, bella, de rizos negros que caían sobre su frente, cuerpo delgado y hombros caídos se hallaba aquel día, en aquel lugar junto a él, un sujeto alto y bien parecido que creyó, en algún momento, el amor de su vida.
En su regazo tenía sentada a su niña, su hija, tomando de su pecho el
alimento sagrado representado en la leche materna, que solo una madre puede dar…
- aún rota…
- aún desencantada del mundo…
- aún sin ánimo…
- aún con la ansiedad de quién no se halla… al menos en esta vida, en ese momento, en aquel bar, bajo ese techo.
Solo un hombre de la villa, atento a su contexto, pudo captar en su pupila esa imagen que lo mantuvo reflexionando acerca de uno de los momentos de su vida
- Él podía entender .
- Él estuvo en ese lugar.
- Él mantuvo ese universo vivo dentro de su cabeza.
- Él se contó esa historia.
- Él conocía esa mirada.
- Él pudo sentir aquello que sucedía casi imperceptiblemente en la mesa del lado.
Momentos, vivencias ordinarias que te pueden pasar a vos, a mí, que se convierten en extraordinarias cuando el ojo de un observador consciente ve más allá de la mirada.