Raro

En algún momento teníamos que aceptar que dejaríamos de doler, ¿no? Soltar esa idea de que siempre nos iba a doler lo que dejamos de contarnos. Porque, de todo lo que no estábamos seguros, sabíamos que tarde o temprano nos dejaría de doler no tenernos, no saber nada del otro, no volver a besarnos, no volver a sentir el “te quiero” como algo real, como algo que solo nacía porque era nuestro.

Hemos dejado de sentir que nos queremos cerca, la vida ha avanzado y la ansiedad también se ha ido. Y está bien, de hecho, está muy bien dejar de sentir esa punzadita en el pecho cuando se trata de ti. Solo que es raro, ¿sabes? Nunca me preparé para que dejarás de doler, ni mucho menos para que me olvidaras, aunque yo haya hecho todo lo posible por olvidarme de ti. Bueno, no precisamente de ti, pero quizás sí de las veces que me hiciste sentir que no estaba en un lugar seguro, de todas esas noches donde me aterraba pensar en el día siguiente por si habías dejado de quererme, de las veces que me hiciste sentir poca mujer, de las horas interminables sin saber de ti, de tu frialdad y de todas esas veces que creíste que con un “te quiero” bastaba para hacerme sentir que me querías lo suficiente como para elegirme.

Mirémonos ahora, eligiendo a otros. Y está bien. Hoy está bien.

Tu daño lo acepté, así como también acepté que un día dejarían tus esquinas de perforarme las mías y, así, comenzarías con nuestro final a construirte otra historia. Nunca más volvería a ser mi cabello, nunca más.

Y está bien, ¿sabes? Pero sigue sintiéndose raro ya no sentirme tuya y que el mundo ya no se acuerde de nosotros, y que los lugares que nos vieron querernos ya no les importe vernos con otros. Es raro que algo tan fuerte e indestructible como lo es el amor, el tiempo pueda, casi como si lo obligarán, a convertirlo en algo pequeñito e insignificante. Es raro escribirte y sentir que te inventé, porque ya estamos demasiado lejos, porque ya hay otro olor y otras manos borrando la prueba de nosotros.

Y está bien, pero me sigo sintiendo rara. Supongo que ya podemos irnos en paz, ¿no? Supongo que así se siente despedirse, no hacer ruido.

Estamos bien, ¿no? Tú mereces volver a ser feliz, y yo merezco creer en nuevas personas, en otro amor, en otra historia. Supongo que esto también es amor: querer a otros sin que duela ya no ser nosotros, avanzar sin sentir que debemos esperarnos, vivir otras cosas y ya no pensar que tú deberías de estar aquí o yo allá.

Yo quería olvidar, sí, pero olvidé que eso significaría que tú también lo harías conmigo. Ahora ya nadie grita, ya nadie ignora, ya nadie hiere.
Supongo estamos bien, ¿no? Aunque eso a veces siga sintiéndose raro.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Comparte este contenido
Impulsa este Blog: