Que la vida se manifieste como quiera

Este puede ser el mejor de tus días o el peor de tus días. Elige.
Jim Selman

Dejar que la vida se exprese a su manera.

Soltar el control de cómo debería hacerlo.

Que su naturaleza, la naturaleza misma de la creación, se muestre con sus leyes.

Alejar el sufrimiento por pretender ser quien pone las instrucciones.

De cuántas cosas innecesarias me preocupo innecesariamente.

Cuánto dolor he agregado a situaciones que no lo merecían.

Mis expectativas sobre los otros o los actos del otro han permeado en donde no tengo influencia ni poder.

Y entonces ¿cómo darle sentido a una vida que pareciera que ocurre a su ritmo, con las interacciones de todos los que creemos que podemos determinar cómo lo hace?

¿Hasta dónde está mi espacio, el mío, en el cual puedo influir, modificar?

¿Cuál es mi casa? La que genuinamente puedo decorar a mi gusto.

Camino por la vida como si todo fuera mío y en realidad ni siquiera es relevante porque en verdad todo es mío. El aire, las flores y los pajaritos que encuentre en mi andar son míos porque los puedo ver, pero son de ellos, de su deriva. De para qué están.

No para mi uso sino para que en mi andar las coincidencias de vida enciendan pequeñas mechas que luego van creciendo y alumbrando.

Nada es mío, todo es mío si lo libero. De mis expectativas, de mis debería. De eso que estoy esperando que el otro haga porque es lo correcto según las leyes de quién sabe qué diosuelo que se siente omnipotente y quiere controlar hasta cómo deberían vivir los otros que se encuentran inmersos en sus propios torbellinos. Sumergido cada uno en su mundo pretendiendo controlar el otro mundo, el grande, la creación, que opera con leyes inmanejables.

¿Qué sí puedo expresar? Mi apertura a que se exprese libremente, sin mi control.

Que yo sea un canal para que la vida fluya a través mío, en su grandeza.

Dejar de atarme al cómo. Ese es el enorme reto. Tirar las instrucciones porque ¿qué me hace juzgar que tengo las correctas?

¿Hay correctas? O se arman al armar.  ¿Cuáles son esas grandes verdades? O podría ser que la gran verdad es que la maravilla ocurre en el momento, en el encuentro inesperado con otra alma que no está atada a una receta, mía, sino se expresa cuando sólo soy. Imperfecta, gastada por el tiempo, usada por las circunstancias, rota por momentos dolorosos, embellecida por la experiencia, restaurada por el deseo de seguir, remozada por querer continuar haciendo de mi espacio mi casa, redecorada, tomando elementos del pasado para darles inéditos usos y miradas. Ampliada, construyendo nuevos pisos sobre lo que ya había, revisando estructuras y columnas.

Evaluando que sí vale la pena reparar y qué ya debería regalarse, eliminarse de este paisaje que necesita colores nuevos, irse a reciclar o a la composta de tierras enriquecidas con los nutrientes del pasado en lugar de podridas por restos que se mezclan sin ninguna posibilidad de dar lo mejor de sí. Como un bote de desperdicios en el que se embarran y se vuelven inservibles incluso para reciclar.

¿De qué si vale la pena preocuparse? Cuáles son esos problemas en los que podría, quisiera, poner mi vida, sabiendo que de todas maneras se solucionarían si no los llamara problemas, si no les diera la importancia que les doy.

¿Al final qué es lo que importa? Sólo lo que elijo que así sea.

Vida y muerte se entrecruzan permanentemente y se me permite estar en el juego habiendo olvidado que siempre alguien podrá tomar mi lugar. Somos células infinitas que se expresan de formas insólitas. Que en la unión es donde aparece la maravilla, la chispa de la creación, quizá divina. Donde Dios se manifiesta, en las pequeñas uniones. En los entres, donde el humano sólo observa, no interviene.

¿De qué grandes problemas debería ocuparme si es que acaso puedo? ¿Es ese mi espacio? O es el de los pequeños, muy pequeños.

¿Hoy en dónde quiero poner mi mente, mi tiempo?

¿En las expectativas que genero sobre otros, sobre la vida? O me convierto en caudal para que el río fluya.

Qué enorme reto cuando el caos alrededor es tan grande que pareciera egoísta mirar el dolor sabiendo que no se puede hacer nada para evitarlo, ni siquiera para atenuarlo.

¿Qué elijo para darle sentido a mi vida cuando mi poder ilimitado es simplemente no poner paredes que impidan que la generosidad de la vida se muestre?

Sólo por hoy, sólo este día intentaré no decirle a la vida cómo se comporte y la dejaré expresarse como ella sabe. La dejaré ser ella misma y la liberaré de mis expectativas.

Soy de las afortunadas que cuando lo hago sólo abundancia aparece.

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