Alguna vez escuché una frase respecto al cambio que me quedó grabada, pensando en la verdad que conlleva: “Las personas no se resisten al cambio, sino a ser cambiadas”. Para mí, es un hecho que el cambio es una de las dos certezas que tenemos los seres humanos (la otra es que, en algún momento, moriremos) y que, efectivamente, hay quienes buscan el cambio, otros que lo sufren y quienes pretenden evitarlo a toda costa.
Algunas veces nos resistimos no a cambiar, sino a ser cambiados. ¿Cuál es la diferencia? Desde mi perspectiva, ser cambiado implica un proceso impulsado desde fuera de la persona y, lo más grave, conlleva un mensaje del tipo “estás mal” o “lo que estás haciendo está mal”, algo en tu esencia como persona requiere ser modificado. Evidentemente, cuando a una persona le señalan que algo en su ser no está “bien”, lo más probable es que lo tome como un atentado o una agresión hacia su identidad, su integridad y su dignidad, lo cual explica esa famosa resistencia al cambio.
Para nadie es agradable darse cuenta de que hay algo en su persona, y/o en sus decisiones y comportamientos, que no está siendo favorable para lograr los resultados que la misma persona desea o que los demás esperan de ella; y mucho menos agradable es que se lo hagan saber de una manera que la coloque en una situación de vergüenza, culpa o descalificación.
Cambiar, por otra parte, pasa por un proceso de toma de conciencia en el que la persona (por sí misma o con la ayuda de alguien más) se da cuenta y asume que parte de sus decisiones, comportamientos, estrategias, hábitos, etc., no están generando resultados favorables ni para ella ni para quienes están a su alrededor. Además, tiene total claridad respecto a que estos resultados que no le favorecen no significan en ningún momento que ella, como persona, esté mal o que haya algo malo en su esencia o en su dignidad.
Cuando la esencia y la dignidad personal están resguardadas, y cuando existe una conciencia que reconoce y asume la responsabilidad personal por los resultados, entonces el cambio tiende incluso a ser buscado por la persona. Es cuando el cambio se abraza, no se ofrece resistencia ante éste, y se asume que cambiar conllevará algunos inconvenientes, incomodidades y un tiempo para concretarse, pero existe la disposición para afrontar lo que el cambio implica, con la conciencia de que los resultados finalmente serán mejores (o al menos diferentes) de lo que se está consiguiendo hasta ahora.
Así que busquemos cómo propiciar el cambio, más que cambiar a las personas, pues es un hecho que estamos cambiando (queramos o no, seamos conscientes o no), y podemos elegir si asumimos los cambios sufriéndolos o aprovechándolos a nuestro favor.