Mujeres contra Mujeres

El tema de las mujeres continuó presente en mi mente, aunque me distancié cinco años del proyecto que tenía “Mujer Ejecutiva y Mamá”, para reflexionar, porque nunca dejé de pensarlo, sobre dónde y cómo se rompe ese tangible techo de cristal que parece ser ilusorio, pero es más real que el porcentaje de mujeres que logra llegar a los puestos de dirección en el mundo entero: Un 34% (Estudio de Grant Thornton- 2023).

Me distancié por el cansancio de ver que la cosa no cambia y sigue igual, con respeto al esfuerzo de muchas mujeres que admiro y me han apoyado, y a mi propio esfuerzo.

Después de 5 años sin volver al tema de «mujeres ejecutivas», he llegado a una primera conclusión: más que enfocarnos en que las mujeres se apoyen mutuamente en foros y asociaciones, con un efecto positivo en el empoderamiento femenino y en la experiencia de comunidad, debemos centrarnos en el siguiente paso crucial: elegirnos.

Las mujeres formamos una población que supera en gran medida a la masculina, tanto a nivel mundial como, sin duda, en Occidente. Actualmente, hay aproximadamente 4,040 millones de mujeres y 4,079 millones de hombres en el mundo. Si ya nos encontramos mejor preparadas en términos de competencias y habilidades, ¿qué nos falta para continuar creciendo? La respuesta radica en que las mujeres elijamos a otras mujeres.

Y de ahí el título que elegí, hoy y en base a lo vivido también, la primer batalla que se da es con otra mujer y en esto les pido que no generalicemos, que seamos sinceras entre nosotras y recuerden “esto que les comparto es con el fin de construir positivamente para la manada”:

¿Cómo les ha ido con mujeres jefas? O siendo jefas ¿Con su equipo de mujeres profesionales? Hago coaching a mujeres ejecutivas desde hace casi una década y les puedo decir que, así como se da la situación que ya conocemos como mujeres en las organizaciones, está esto otro, las mujeres contra las mujeres. Somos durísimas con otras mujeres, nos faltan códigos, acuerdos de mutuo respeto y visión de futuro como género en el poder.

Imagina si cada vez que una mujer tiene la oportunidad de elegir a alguien para un puesto, selecciona a otra mujer. Y esa otra mujer, al elegir a las personas para su equipo, opta exclusivamente por mujeres. Sin duda, si hubiéramos adoptado esta práctica hace décadas, el techo de cristal no existiría en la actualidad. Piénsalo: si mantuviéramos esta dinámica durante cinco años, el problema estaría resuelto sin duda.

Esta práctica constante nos enseñaría a mejorar como equipo y comunidad. Además, como mujeres, podríamos abordar directamente la realidad con nuestras compañeras, fomentando un compromiso a largo plazo. «Eres hábil en esto, debes mejorar en aquello y debes entender que, en el futuro, deberás hacer lo mismo por otras. El objetivo es no traicionarnos ni perjudicarnos; si una crece, todas crecemos. No hay otra opción: solo elegimos mujeres. Y, amiga, esto durará cinco años, porque después la realidad será otra”.

Esta dinámica ya es algo natural y espontáneo entre los hombres, con años, décadas, siglos y milenios de historia y experiencia en colaborar y enfrentar desafíos juntos. Los hombres confían en los hombres por diversas razones, muchas de las cuales se enfocan en que las mujeres no aparecen con asuntos propios como familia, hijos o emociones exageradas. (Nota: Esto es una ironía).

Las mujeres, como población mundial al mando de países, empresas, organizaciones, etc., podríamos considerarnos como «Junior Avanzadas» frente al grupo masculino en el nivel «Gran Maestro», similar al concepto de niveles en un juego.

Es importante destacar que esta comparación es una observación práctica del fenómeno y no busca estar en contra de los hombres en ningún sentido. Se trata de un cambio radical con un resultado exitoso garantizado en la promoción del empoderamiento femenino y la solidaridad entre mujeres.

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