Tan frío el invierno que llega temprano cubriendo mis días.
Un gris fuerte y sereno se derrama sobre el cielo de la ciudad de Lima.
La luna y las estrellas se esconden en la neblina, esparciendo la bruma del mar, regando melancolía.
La brisa acaricia mis dudas, disminuyendo mi alegría. Mi sangre congela mis venas, mi conciencia se mantiene tibia.
Bendito el paso del tiempo, bondadoso en la noche oscura, que suele parecer eterna, lloviendo sobre mojado, en mi tejado goteando lágrimas ácidas cómo bálsamo que cura heridas.
Dios abrázame fuerte, te entrego mi sabiduría, mis plegarias y la soledad que me han hecho compañía.
Quiero ver el ocaso en la tarde, mientras miro el mar y sus olas llenas de paz infinita, sentir la arena cálida y tibia entre mis pies que suavizan, un regalo del universo que agradezco toda la vida.
El camino que yo elegí no es un laberinto sin salida, ni un saco roto y vacío, ni un cubo lleno de basura; buscaré la luz en mi ser dando color a mis días, el lado dulce en los detalles que nos brindan alegría.
2 comentarios
¡Hermoso poema! Lo felicito, poeta.
Hermosooo me encantaa!!