Nietzsche, de manera muy gráfica explica las diferentes etapas de la transformación de cada persona. En los inicios, no estamos «ciegos» por ningún concepto. Vamos aprendiendo ideas y condicionamientos de nuestro entorno, que empiezan a dar forma a nuestro actuar.
El «camello» representa a los que se disponen a obedecer ciegamente lo aprendido. Son los que sólo escuchan y tienden a arrodillarse y a recibir la carga que esto trae, soportando las obligaciones «sociales» para encajar. Obedecer sin cuestionar lo que te enseñan, y adjudicarse todo eso como propio. La obligación, el deber, lo hacen sentir digno y bueno.
Hay personas que se quedan acá, pero no se puede vivir mucho tiempo satisfecho de esta manera, si es que quiere experimentar mucho más.
Entonces da paso a la siguiente transformación, la del «león». El león no se inclina ante nadie para ser cargado. Simboliza al ser humano liberado de las cargas morales y sociales, el rebelde que rechaza todos los valores tradicionales y busca nuevas formas. Descubre un poder que desconocía. Pelea contra el «debo», el «tengo que». Se niega a obedecer. Es un «no» más que un «sí», se puede ver que todavía hay mucha resistencia y rigidez, inclusive puede haber violencia. Puede que no exista la gentileza y no hay una soltura verdadera.
Después de esta etapa, el león también tiene la necesidad de transformarse. Tiene que resurgir de una manera muy diferente, libre de prejuicios, aceptación y entendimiento. Hay una nueva percepción de sí mismo y del mundo.
Es la imagen del «niño»: es inocencia, es juego y es creador, vive presente y en asombro. Está libre de prejuicios y puede crear nuevos caminos, antes no vistos. Se anima a decir sí a lo que le rodea y a lo que está por llegar. No analiza, se lanza y fluye. Con la imagen del niño, Nietzsche está describiendo una faceta que surgirá cuando todas las otras se unifiquen…
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@_marcelomartin
