De cómo el pasto del vecino quedó deslucido después de ir a terapia

Llegué unos minutos antes a sesión.
Cuando entré, me senté y empecé a hablar sin introducción.
“Nos fuimos a Chascomús al final, pero lo que yo decía, del fin de semana romántico…cero.
El con Netflix. Yo con Instagram y un libro. Nos contamos de vez en cuando en qué andábamos, fuimos a comer a un lugar muy lindo que eligió Luis, y juntos, no mucho más.
Yo miré sitios de decoración, pensé en mi living, cómo quedaría una planta acá, una mesita allá, mandé mensajes a gente que hace mil que no veo pero que ví en las Stories que egresaban los hijos…mientras él se moría de risa con una serie con la que yo no me enganché ni un poco.
No puedo decir que estuvimos mal. No la pasé mal.
En el viaje de vuelta no teníamos ganas de hablar. Y no hablamos casi. Le vine cebando mate, comimos medialunas y escuchamos música. Pero me vine preguntando si será verdad que estos aparatitos están separando matrimonios, porque al mío, parecería que lo está manteniendo a flote. Era chiste.
Tampoco pienso en buscar a otra persona. Para qué otro? Con Internet estoy cómoda. Y mi marido también supongo.
Miro a mi psicóloga. No se ríe. Ok, pienso, voy al punto.

En la semana nos encontramos con los Olguín. Se los veía bien. Siempre se los ve bien. Bronceados, perfumados, de la mano. Están juntos desde hace uno o dos años. Los dos son viudos y se conocieron en un café literario. Salen muchísimo. A tomar un café, al cine, a caminar. Se buscan con la mirada, se guiñan un ojo, se los ve cómplices. Una envidia me da…

Esa chispa nos falta a nosotros. Y me gustaría tener con Luis algo así.
Estamos cómodos nosotros, no lo voy a negar. No necesito arreglarme para salir. Estamos cada uno con lo suyo, uno al lado del otro, como pasó el fin de semana. Los Olguín se llaman a si mismos así, desde que se casaron: “llegaron los Olguín!”, “los Olguín se van a la camaaa, los dejamos, besos”.

Tengo que confesar que yo los tenía en mente cuando organicé lo de Chascomús, quería tener, por un fin de semana, algo parecido a lo que tienen ellos, pero somos nosotros, los mismos, no somos de repente los Olguín. Pero quisiera. Yo digo que somos los “conectados”, lo digo porque estamos siempre con el teléfono, pero es una palabra que implica que estamos juntos, o algo así y porque me invento cosas para no caer del todo en la cuenta de que no tengo la pareja que me gustaría. ¿Quienes somos? Le pregunté a mi analista.

No sé, ¿Los “conectados”?, me dijo ella, y siguió: “¿Estás buscando un nombre para sentir que son más parecidos a “Los Olguín”?
Sin duda no son los Olguín. Por suerte, porque no entiendo bien esa necesidad de estar hablando de la propia pareja como si nombraran superhéroes y en tercera persona del plural. Llegan, señoras y señores “Los Increíbles”!, Los amantes de fuego”!
No te parece un poco aparatoso? como si quisieran enrostrarle algo a alguien, más que estar concentrados en su propia pareja.

Amo a mi psicóloga cuando me ridiculiza algo que hasta un segundo tenía mucho peso para mi.
Largué una carcajada.
Eso no quiere decir que después no me haya puesto el dedo en la llaga.

“De todos modos, si duele, y te genera envidia, también habría que ver qué está pasando. Porque decís que organizaste un viaje pensando en ellos, NO en ustedes. Hablaste con tu marido? Me refiero a lo que vos querés, a lo que les pasa con esa conexión o desconexión con la que bromeás.” Me preguntó.

Y no, no hablé con él. Es que pienso que si no somos como los Olguín, lo nuestro es una mierda, le digo, y me voy avergonzando a medida que voy terminando la frase.
Me arqueó una ceja y me preguntó interesada: “Es una mierda?”, pero antes de que empezara a hablar de nuevo agregó: “Dejemos acá.”

En esos momentos la odio. Pero me voy pensando, y la vuelvo a querer. Hasta la próxima!

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