Que olvide todo lo que en él suceda.
Que nada quede en mi memoria. Que no recuerde qué fecha es.
Que no surjan las preguntas existenciales.
Que camine por el parque viendo aves y árboles y me maraville con la belleza que me rodea.
Que vea la tragedia de los otros y me dé cuenta que lo mío es nimio, irrelevante.
Que ponga en perspectiva el vivir, que agradezca amanecer un día más con los problemas del privilegio.
Que suelte toda expectativa de perfección y éxito.
Que mi triunfo sea el caminar por las calles con el pelo volando al aire, oliendo el pasto y la tierra húmeda.
Esas pequeñas cosas que son las más grandes.
Sentir el pelaje y la calidez de mis perros, oír sus ladridos y como ellos, preocuparme por un gato o un pájaro y no de la vida misma.
Olvidar a los políticos y a las guerras, ver los problemas en real perspectiva.
Que hoy no me perturbe el dolor humano, que pueda olvidarme del futuro y sólo me ocupe del momento que vivo, de la música que suena de fondo que evoca bellos recuerdos.
Que el dolor existencial se vaya de mi cuerpo.
Que no me enoje lo que otros hacen y no hacen.
Que no haya prisa por nada, que no urja.
Que no me preocupe el desperdicio, que no me perturben las injusticias.
Que sólo me llene el sol con su calor, las risas de fondo, la fantasía de la dicha eterna