Recuerda como hoy el día en que recibió ese llamado.
Parecía un domingo más, la descolocó. Las lágrimas corrieron por sus mejillas antes de que pudiera siquiera entender qué estaba sintiendo. Lo que siempre temió, sucedió: aquel hombre ausente por décadas —su padre— reaparecía en su vida.
Disruptivo . Así nombró ese instante. No solo irrumpía en su presente; arrastraba consigo su infancia, su adolescencia, su juventud temprana. Casi treinta años de silencio, de ausencia, sin ese vínculo.
A esta altura de su vida, apenas pasados los cincuenta, todo resonaba otra vez: la cabeza, el corazón, el cuerpo entero vibraban con la pregunta inevitable: ¿Cómo se recupera el tiempo perdido?
¿Hay tiempo?
-No lo sé- respondió su corazón.
Estaba aprendiendo a escucharlo. Aprendiendo a conectar con su corazón.
El enojo fue la primera emoción que emergió después del desconcierto. Enojo con quien la acompañaba. Con la vida. Con el tiempo. Con el perro. Con la lluvia. Todo era símbolo del desorden interno. Se metió bajo la ducha como si el agua pudiera drenar el exceso de emociones y arrastrarlas por las cañerías hacia algún lugar donde ya no dolieran.
Luego se vistió. Y fue. Se dejó llevar por su compañero de vida. Dejó que el amor la guiara, que la esperanza la sostuviera. Y entonces ese «quizás» se completó con un «sí». Aún había tiempo. Tiempo para algo. Tal vez no para todo. Pero sí para algo.
Y así llegó a esa sala de terapia intensiva en una clínica de la villa. Y allí, junto a ella, su hijo de treinta años. Tres generaciones frente a una cama. Lágrimas en los ojos de un hombre quebrado por el tiempo y la emoción. Lágrimas que hablaban de pérdidas, de silencios, de distancias. Lágrimas que también decían gracias, perdón, te veo.
¿Tiempo perdido? Sí. De ambos lados. Por decisiones, resentimientos, silencios, elecciones no siempre sabias. Pero también, quizás, aún quedaba un fragmento de tiempo por vivir desde otro lugar. Un lugar más consciente. Más presente. Más humano.
Porque al final, la calidad del tiempo importa más que su cantidad.
Porque no se trata solo del tiempo que pasa, sino de cómo lo habitamos.
De si estamos. De si sentimos. De si decimos.
De si amamos.
¿Tiempo perdido?
Tal vez. Pero también… tal vez no del todo.
2 comentarios
Tal cuál! » la calidad del tiempo importa más que su cantidad «… simplemente GRACIAS por estas palabras ✨️
Muy bueno Clau, abrió el corazón..emocion