Herbolaria mágica

“El hombre es un mundo que contiene el cielo y la tierra, el aire y el agua y todos los distintos principios que constituyen el reino mineral, el vegetal y el animal, y el más alto influye sobre el más alto”. Paracelso

Los antiguos consideraban que todo el universo estaba regido por la influencia de siete poderes principales los cuales abarcan todos los aspectos de la existencia, desde el macrocosmos de la naturaleza hasta el microcosmos humano.

Para los herederos de lo grecolatino, esos símbolos se transmiten mediante las leyendas de siete dioses olímpicos a través de las cuales conocemos las vías con las que estas energías se manifiestan en nuestro mundo. Es así como los siete planetas principales toman el nombre de estos dioses ya que su vibración y cualidad son análogas.

El microcosmos del hombre, quien también es parte del macrocosmos, refleja estas características. Así también la naturaleza, es decir, los animales y las plantas. Por lo tanto, es posible agrupar estas fuerzas bajo un mismo “símbolo” gracias a la identificación de similitudes y, también, reconocer sus potencialidades ocultas más allá de las apariencias.


La signatura rerum era el término usado para definir la influencia planetaria, el tipo de fuerza y cualidad que una planta recibía de uno o más planetas. Sus signos externos (forma, color, aroma, etc) ayudaban a comprender sus beneficios y determinaban la manera de extraer esa energía plasmadora o sanadora encerrada en dicho vegetal.

Por ejemplo, la EUPHRASIA OFFICINALIS, o Eufrasia, es una bella florecita que recuerda a la forma de un ojo. Se dice que fue el mismo Paracelso quien descubrió esto y es, en la tradición popular, una de las plantas más usadas para problemas oftálmicos junto con nuestra querida SANTA LUCÍA (de tradición más popular pero de igual eficacia). La actualidad nos demuestra que la investigación herborístico-farmacéutica ha confirmado sus propiedades para curar la conjuntivitis y la blefaritis.

Pero además de la parte externa, las plantas tienen un corpus (el contenedor de estas cualidades) y lo que en realidad actúa sobre nosotros son sus principios invisibles, una analogía del cuerpo y el alma humanos.

Es por eso que lo que sana no es solo el principio activo sino la vibración de cada ejemplar ya que al inhalar, frotar, o bañarnos con esos aceites esenciales absorbemos la “vibración energética” y nos re sintonizamos con su frecuencia, por lo que volvemos a contactar con esa energía que había disminuido o quizás desaparecido en nosotros.

Cuando los vegetales evolucionan de la semilla (fase oscura) a la formación del tallo, sus hojas y flores (fase luminosa) es cuando desarrollan sus propiedades gracias al contacto con la luz y su relación con el calor. Ese impulso calórico está representado por el Sol para las plantas. En el ser humano, la producción de ese calor es interna e independiente de elementos externos. Ese calor en el hombre representa el sustrato del YO SUPERIOR (o del ego), entendido como una entidad unificadora superior ordenadora de todos los procesos químicos, psíquicos y orgánicos. Los aceites etéreos, condensados y aportadores de calor refuerzan la organización del YO, allí donde es escasa o ausente. En este nivel espiritual de los aceites esenciales, es donde mejor se explica su función y la relación de todo con el Todo. Cuando una parte del yo se empequeñece por una incomprensión de una idea o una emoción, se altera el metabolismo del calor a nivel inconsciente y estos desequilibrios se manifiestan en la falta de fuerza para compensar el calor corporal físico lo que puede llevar a enfermedades en el cuerpo. Las esencias aportan desde el exterior ese “calor” que falta y estimula, al contacto con la sangre, esa acción sobre el inconsciente que estaba apagada o debilitada. Estos mismos procesos calóricos se traducen, más tarde, en una posible madurez humana individual si se aprende a ver a cada enfermedad como un síntoma de algo que está más arriba, en otros planos.

Es por eso que si vemos la analogía de las plantas y los planetas que las rigen con las funciones corporales, podemos ver cómo nos benefician al utilizarlas.

“La sede del Sol en el microcosmos está en el corazón” dijo Paracelso. Por ende, las plantas solares ayudan mucho a la función cardíaca y, además, serán tonificantes, re generantes, térmicas, y reguladoras de la función cardíaca y muy adecuadas para el sistema circulatorio.

Algunos ejemplos son: romero, jengibre, canela y el incienso, entre otras muchas.

“La sede de la Luna se encuentra en el cerebro y su influencia es fría…” dijo Paracelso. Las esencias lunares suelen ser refrescantes, emolientes, sedantes, influyen en las secreciones líquidas, los órganos reproductores, la digestión y el sistema nervioso.

Algunos ejemplos son: los hongos, la lechuga, el pepino, la cebolla entre otras muchas.

“Si no existieran las esencias del alma que caracterizan las influencias de Venus, no existirían los instintos que empujan a los hombres y a los animales a propagar sus especies”, dijo Paracelso. Los aceites venusinos son calmantes, depurativos, diuréticos, refrescantes, antiinflamatorios. Actúan sobre la esfera emocional, sobre el encanto personal, sobre la capacidad de contacto afectivo con el mundo exterior. Además ayudan a percibir la belleza del mundo y fomentan el ser creativo.

Algunos ejemplos son: azucenas, violetas, narcisos, olivos y naranjas dulces entre otras muchas.

“Si una mujer carece del elemento cuya esencia es irradiada por Marte sufre, como consecuencia de ello, de pobreza en la sangre y falta de fuerza nerviosa”. Paracelso había descubierto, sin conocer la composición de la sangre y la hemoglobina, lo que hoy conocemos como ANEMIA. Las plantas marciales son tonificantes y estimulantes, activarán el sistema nervioso y las defensas del organismo. Además son afrodisíacas y enfervorizantes. Algunos ejemplos son: cicuta, tamarindo, rábano, castaña, coca entre otros.

JÚPITER: Era el dios padre de la creación y la vida. En el cuerpo representa la función del crecimiento, la liberación de sustancias nutritivas, el metabolismo y el proceso de las grasas, los azúcares y las proteínas. Las esencias regidas por este planeta son antiespasmódicas, balsámicas, calmantes. También son, sin embargo, tonificantes, emolientes, antiinflamatorias, reguladoras del metabolismo. Algunos ejemplos son: el clavo, la nuez moscada, la hierba de Santa María, la albahaca, las grosellas entre muchas otras.

SATURNO: Es la concentración, el señor de la extrema profundidad que mira al mundo desde el exterior. Se reduce a la esencia original, es frío y distante, no se deja enternecer y corta las ilusiones. Representa lo inmaterial, la destrucción de la materia y su regeneración como nuevas oportunidades. En el cuerpo Saturno está en los huesos y los músculos. En los tejidos concentrados como los dientes y las articulaciones. Controla la memoria y separa las pasiones. Sus plantas son generalmente funerarias ya que en la muerte se encuentra el renacer y vive en el mundo del “más allá”. Por ende sus esencias son astringentes, antiflogísticas, refrescantes, sedantes, coagulantes, cicatrizantes y antifebriles. Actúan sobre la psique ya que devuelven las funciones sentimentales frente a las del pensamiento racional.

Algunos ejemplos son: Jinseng, orégano, muérdago (también perteneciente al sol), la menta y el pino entre otras muchas.

MERCURIO: Era un dios joven, hábil y bastante hábil en el arte del engaño. Era el mensajero de los dioses con una habilidad rápida en las reacciones. En el cuerpo es el responsable de los intercambios, los transportes y las transmisiones. Reina el mundo de los pulmones (intercambio gaseoso), las células, el transporte de los nutrientes del intestino a la sangre, la transmisión nerviosa neuronal, etc. Los aceites de Mercurio son depurativos, estimulantes, activadores de la circulación, de la respiración y del sistema nervioso; despiertan la inteligencia y la capacidad comunicativa. Algunos ejemplos son: la zanahoria salvaje, el helecho, el hinojo, la lavanda entre muchas otras.

Es importante recordar que, al ser parte del macrocosmos, nuestras raíces energéticas (que se hunden en lo profundo de la tierra) transmiten información precisa acerca de nuestros desequilibrios físicos y emocionales y, es más que común que NUESTRO PROPIO PLANETA: la Pacha (bondadosa como toda madre) nos brinde algún que otro “Yuyito del jardín” que sacamos sin pensar que tiene justo lo que necesitamos para sanar. La próxima vez que estemos en nuestro patio, antes de instintivamente arrancar una planta que “no debería estar y no sabemos de dónde nació” nos detengamos a pensar un momento y consideremos…

¿qué vibración estoy emitiendo que mi planeta me regala esta flor?


Extractos históricos del libro: “Aceites Esenciales” de Pedrini y Lucheroni.

IG: @nataliabosazfragancias

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