Dar el primer paso, empezar a marcar una pequeña pincelada que va abriendo brecha.
Esa mole que se presenta informe, que no da pista alguna por dónde comenzar el recorrido, es imponente.
Se presenta casi invisible, tan grande que no permite ver inicio ni fin.
Cuál es la esquinita que permite levantar una diminuta pieza; un movimiento que muestre que algo cambió e inicie la marcha.
Que esa mole se empiece a ver como trozos que acomodar.
Quiero avanzar rápido y aún no hay espacio para uno solo de mis pies.
Quiero dar enormes pasos y ni siquiera sé a dónde.
Me desespero, quiero empujar, quiero correr, ir como en una autopista donde ya todo está marcado, regulado, establecido. Y esto no es siquiera una carretera rural; es una zanja, un trecho de piedras y hoyos. Recién aplano un tramo que va tomando forma para avanzar, quizá lentamente, pero avanzar.
Recorrer ese esbozo que al menos se ve limpio ha llevado tiempo… quizá años.
Pero el camino se marcó; se ve, y va abriéndose a nuevos paisajes.
Al inicio era algo amorfo que hoy se ha construido por lo que he hecho, no de forma natural como algunos paisajes.
Oí que las carreteras actuales son los pasajes que las cabras fueron marcando en los montículos y entre las montañas.
¿Cuántas vías no he construido que no me permiten llegar al destino que anhelo?
¿Es cuestión de no poder o de no haber sido constructora de trayectos que vayan abriendo nuevas avenidas y direcciones?
Vender, ser cambacero, abonero, requirió salir de pueblos lejanos y esbozar un peregrinaje que quizá alguien más andaría después, o en algunos casos fue tomar la senda de otro. Como sea, hay que tener el sendero para llegar al destino; aún no se pasa de un punto a otro como una puerta estelar que se abre y lleva a donde queremos dirigirnos, entrando justamente como esperábamos que sucediera.
Fijar el destino es lo que permite encaminarnos a él, aunque en el recorrido vayamos variando la ruta.
No hay itinerarios definitivos ni predeterminados.
Cada viaje es único. Requiere de cierto trazo ya abierto, pero si no lo hay, hay que crearlo; y si ya hay algún esbozo o claramente un rumbo que permite avanzar, cada quien la viaja a su manera, de forma distinta, individual.
Se dice que no hay que estar descubriendo el hilo negro a cada paso; quizá no, pero sí tejiéndolo con nuestra puntada personal.
El hilo está, quizá la aguja también, hasta la urdimbre puede estar disponible, y de todo hay que servirse. No somos creadores de cada mundo sino cocreadores. Tenemos la libertad de hacer la trama igual que otros o crear un nuevo diseño. Ambos son permitidos, buenos, deseables.
¿Cuándo quiero imitar y cuándo crear?
La vida es equilibrio a veces sutil, otras evidente.
Ser parte de la creación y creador al mismo tiempo me da el espacio para seguir y avanzar a cierto ritmo.
Soy cabra y soy camino. Soy la roca majestuosa sin forma, y soy el primer paso. El temor no alcanza a detenerme por completo, sólo hará más lento o quizá retrase el movimiento, pero que no me paralice. Que no tenga el poder de la muerte, de retenerme, aunque ella cuando menos cambia la dimensión del viaje.
Aún no es ese tiempo.
Abrir brecha es sólo el inicio, requiere mil, y mil pasos más. Mil más aún antes de poder llamarlo carretera, pero suficientes para transitar nuevas biografías.
La vida es misterio y también aventura.
Es incierta y deslumbrante.
Restos se irán quedando a cada paso, hasta que los restos seamos nosotros, que fertilizarán esas bellas plantas que permanecen para los transeúntes futuros.
Dejar que el mundo del bien se manifieste.
Eliminar las resistencias.
Restaurar la armonía interna.
Los dolores son las semillas que crean el anhelo. Es legítimo eso que deseo, y pide manifestarse a partir del malestar.
Mi anhelo de tener armonía es originado por el daño que me causa haber vivido desarmonía y desunión en mi tribu, en mi pueblo cercano.
Somos una pequeña comunidad en la que todos se conocen. Mantener la armonía y la cercanía es el anhelo.
Ser una buena vendedora, no tener miedo a ser generosa, crear valor y ser retribuida abundantemente por ello.
Ver la incomodidad no como la resistencia sino como la semilla.