‘’El cuerpo no está preparado para odiar’’ es una de las frases que un día, como un rompecabezas, se construyó en mi cabeza: ‘’el cuerpo no está preparado para odiar’’. Y es que quizás nunca lo esté, porque odiar solo lo hacemos, o nos convencemos de que lo hacemos, cuando eso que estamos intentando odiar lo hemos querido con toda el alma. Porque no hay nada más delatador que decir: ‘’odio ese olor, no me gusta’’, ‘’quita esa canción, por favor’’, ‘’cómo me disgusta esa palabra’’, ‘’ya no me gusta usar ese vestido’’ etc., etc., etc.…
Dime, ¿no te gusta? O ¿alguna vez te gustó tanto ese olor, esa canción, esa ‘’palabra’’, ese vestido que ahora la única manera que encuentras para ir en contra de todo ese inevitable amor que sientes es decir que no te gusta, que no va contigo, que no puedes escucharla? ¿No será eso solo un acto de contrariedad? ¿De ir justo en la dirección opuesta de lo que alguna vez fue precisamente lo que más querías?
Negarlo no hace que desaparezca; la ausencia es otra forma de presencia y no se va cuando la quitas de tu vista, sino cuando, aun mirándola, ya no eres capaz de verla. Me encantaría decirte que es sencillo transformar haber sentido un amor gigante por algo o por alguien en algo mucho mejor cuando se va, pero entiendo que a veces solo somos capaces de sentirlo desde el odio, el enojo, el rechazo, y aún así me duele mucho porque el cuerpo nunca estará preparado para sentir eso en un lugar que un día se expandió demasiado después de tanto amor. Dímelo a mí, que de las dos películas favoritas que tengo, una de ellas no he vuelto a verla desde el 2022. Me aparece a cada rato en la bandeja de recomendaciones de Netflix, porque para mi sorpresa ahora no solo me toca evitarla si me sale en algún anuncio o referencia de mis redes sociales, sino ya también cada que quiero relajarme y emocionarme con nuevas historias viendo alguna película o serie. Ahí está ‘’la película’’. Y no me malinterpreten, me encanta la historia, la trama y el soundtrack, pero todavía no puedo volver a verla. Estoy en ese proceso de descubrir si seguirá siendo una de mis películas favoritas o pasará al cajón del empolvamiento. No estaba lista para que me doliera, pero es lo que digo, si alguien me la menciona, o me invita a verla con él/ella, automáticamente miento, o digo que nunca la he visto y no se me antoja verla, o digo que ya la vi y que me pareció muy regular. Trago saliva y evito que noten lo mucho que significa para mí.
De eso hablo cuando digo que el cuerpo nunca está preparado para odiar, y quizás esa sea solo una defensa del cuerpo para protegerse mientras uno se va desapegando de algo que alguna vez amó tanto. Pero vaya protección, no me gusta que me incomode lo que alguna vez no me despegaba de la piel, por eso entre más lo escribo más me duele lo violento que resulta mirar con otros ojos algo que nació desde el amor, y ahora, ¿cómo le hago? ¿Por dónde empiezo a desarmar?
Siempre he pensado que el cuerpo nunca va a estar listo para odiar a alguien o las cosas que algún día amó. La realidad es que no somos ni seremos nunca responsables de cómo el otro ha decidido cerrar nuestra puerta, si lo pisa o lo abraza. Pero mientras nos arriesgamos a que cualquiera de esas dos cosas sucedan, debemos de estar preparados para no conocer el odio, y el enojo saber sentirlo a tiempo y todo (porque no hay nada más sano que permitírnoslo). Después, después que solo nos quepa más amor, porque eso es lo que va a vivir en nosotros, nunca en el cuerpo que se fue, nunca en el cuerpo ajeno.
Todo lo que he escrito lo he hecho por mí, porque es la manera que he encontrado de soportar los procesos y de protegerme de una versión mía que a veces se niega a avanzar y solo quiere arrinconarse en lo que inevitablemente ya ha pasado a ser un recuerdo. Pero escribo por dos razones, una para no dejar de ser la que alguna vez amé ser y otra porque aunque escribo, yo vivo en el mundo real y en el mundo real siempre hay que seguir para adelante y yo me niego a avanzar sin llevarme todo lo que alguna vez me hizo sentir viva, por eso escribo mientras finjo que el mundo real me parece más interesante.
Y a ti, que sientes la violencia del mundo por obligarte a dejar de querer eso que te hizo daño, ojalá nunca te entiendan, ni me entiendan a mí, lo que arde pensar en la posibilidad de limitarse a querer eso que alguna vez salía tan natural. Yo lo intenté y solo terminé odiando mi incapacidad por odiar, porque a un cuerpo que le cabe tanto amor no le queda espacio para nada más.
Por eso, si algo te rompió, si un amor te hizo daño, desármalo con más amor, con más ternura y con mucha más paciencia, porque ya duele bastante como para que te agregues un peso tan extraño y tan contrario a tu naturaleza. Abrázate el cuerpo, guárdate los recuerdos sin ensuciarlos con odio y respétate ese amor con más amor. Alguna vez fuiste tú quien estuvo dentro, ojalá nunca se te olvide.
Odiar no es más que seguir sintiendo el mismo amor de otra forma en donde todo duele mucho más.
Tú eliges.
4 comentarios
Wowww! Que impecable reflexión
Que hermosa manera de decir sigue «amando » a pesar de lo vivido …..
Muy buena reflexión, cuanto duele el amor a las cosas que según ya no queremos…
Me encantó!!! Definitivamente el odio no es más que amor más gestionado, así como el desamor sigue siendo amor llevado hacia otra dirección pero sigue siendo amor, me encanta tu forma de pensar, me encantó leerte