¿Cuánto más puede resistir un corazón sensible en un mundo que avasalla con sueños, propósitos puros, amor y ganas de que las cosas realmente estén mejor?
¿Cuánto nuestro avatar resiste todo aquello que se opone a estos anhelos del alma?
¿Por qué nos auto boicoteamos permanentemente?
Tales son las aguas que hemos de navegar antes de llegar a buen puerto. Tales son las tempestades a superar ante de ver la luz que somos.
Reconocernos en un mundo de carencias, pesimismo, crisis, enfermedades, amenazados de plagas, COVID, dengue… de virus que son invisibles a nuestros ojos pero que si entran en nuestro universo ¿amenazan con matarnos?
¿Cómo vivir en medio de tanto material que nos lleva a pensar que solo es posible sobrevivir?
Esto y más llenaba de ruido mental la cabeza del hombre de la villa. Él había sido testigo de varias personas que entraban a su negocio con la excusa de comprar y pronto trasformaban ese mostrador en un confesionario. Allí hablaban sobre sus anhelos, sus deseos más profundos, sus ganas de aportar de algún modo a la mejoría de este mundo, de la realidad por la que estaban atravesando.
Recordó de pronto la mirada de una joven, de ojos del color del tiempo, profundos y bonachones. Recordó su andar, su cabello negro , su tez blanca y sus ganas de vivir. Cada palabra que esa joven expresó aquel día daban cuenta de su ímpetu, su valentía, lo que le había costado llegar a donde estaba. Comenzó a relatar las travesías por las que había pasado para hoy tener un lugar que sentía digno. Que sentía posibilitante. Que sentía la podía sacar definitivamente del pozo en el que estuvo para llevarla a una realidad diferente y llena de oportunidades. Contaba como continuaba preparándose para estar más preparada, con más herramientas, para llegar a más lugares. Comenzaba a disfrutar del plus de sensaciones con las que conectan los docente de vocación, cuando conectan desde el corazón y se transforman en posibilidad para el otro.
Aquel hombre de la villa, comerciante pero ante todo escuchador de historias, recordó esto y más cuando en una publicación, mientras revisaba las redes, halló la imagen de esta misma mujer, que una vez pasó por su lugar dejando reflejada su historia, anunciando que había muerto de una enfermedad terminal.
Se quedó helado, un escalofrío recorrió su cuerpo. Fijó la mirada en el cielo y pensó:
¿cuáles decisiones la llevaron a este final? ¿pudo acaso prevenir este escenario? Quizá en el afán de escapar de aquel pozo de la que ella habló , ¿se olvidó de llevarse consigo? ¿se olvidó de escucharse, de cuidarse, de aceptarse?
La vorágine del automatismo nos lleva a perseguir sueños que se nos presentan como salvadores de una realidad que nos duele ver. Subirse al tren adrenalínico de hacer y hacer es una gran tentación. Nos mantiene aislados, ocupados, frenéticos, nos agota lo suficiente para librarnos del insomnio, de la angustia, de la ansiedad de sabernos finitos y con consciencia.
Aquel hombre respiro profundo, sintió el aire recorriendo su cuerpo todo. Hizo silencio. Escucho su pulso.
…Y volvió a reconectar su propio ritmo.
No el que le proponía el afuera. Su ritmo para sentir el sabor a ser
4 comentarios
Me emociono, siento que los sueños son el puente..en este mundo automático
Coincido con vos Anelé, siempre tener presente los sueños que nos conectan con lo que somos en esencia!
Es muy interesante la verdad creo que a veces para cumplir nuestros sueños tenemos que explorar nuestro propio ser ,nuestro propio interior y la vorágine diaria no nos permite hacerlo o tal vez no encontramos las herramientas, para mí todo ser humano debería conocerse íntimamente interiormente, durante nuestra existencia aprendemos un montón de cosas pero no a conocernos verdaderamente, respiramos automáticamente sin saber cómo, caminamos automáticamente sin saber si lo hacemos bien, miramos automáticamente sin saber cómo miramos y que, y muchas veces ni siquiera nos miramos hacia adentro. Creo que deberíamos mirar adentro a nuestro interior s nuestro propio ser para tranquilizar nuestra célula nuestra mente, nuestras emociones, y así encontrar los sueños a través de una mente tranquila, porque a través de una mente tranquila también conservamos sano nuestro cuerpo, no me lo contaron lo pasé, una mente alterada con las cosas de rutina diaria no tiene tiempo para mirarse a sí mismo y mirar como su cuerpo se deteriora hasta que te pasa algo y te hace decir hasta acá llego y empiezo a quererme un poco empiezo a mirar mi alma mi corazón a darme cuenta que respiro que estoy vivo y que valgo mucho y que merezco y tengo un derecho como ser a encontrar esos sueños, aprovechar ese cuerpo pero sano y tener una mente calma donde pueda transitar esta vida como sea que se me presente pero siendo lo más feliz que pueda y si en ese ser feliz puedo cumplir mis sueños qué bueno. No merecemos dejar morir nuestro cuerpo por no conocernos o por no darnos tiempo a conocernos.
Hermosa reflexión Nancy, comparto lo que decís y rescato lo último que escribís: «No merecemos dejar morir nuestro cuerpo por no conocernos o por no darnos tiempo a conocernos»