El poder intuitivo de los amigos

Todo en mi rutina diaria: trabajar, organizar la casa, leer, hacer listas, mercar, pagar, lavar la ropa, presentar propuestas, una videollamada y varios correos. Pero esa semana tenía algo importante. El día llegó, lleno de ansiedad, estrés, sol incandescente, humedad y café sin límites. Todo salió en orden y perfecto.

Cayó la tarde, y nos reunimos un grupo de amigos para compartir, cenar y hablar de todo lo que habíamos hecho en la semana. Anécdotas iban y risas venían. Este tipo de encuentros es más que una actualización de experiencias, ya que bien sabemos que, por fotos en redes, todos saben dónde hemos estado. Es una charla abierta sobre las emociones que sentimos en esos espacios. Eso no se ve en las fotos ni en las historias. Nadie nota las manos sudorosas del miedo ante una presentación, la tristeza por perdernos otro evento o la alegría con la que llenamos una terraza de carcajadas.

Entre los temas, era inevitable mencionar con quiénes habíamos compartido. Después de un silencio hasta cómodo, una bocanada de aire, él —digamos que Pablo para preservar su identidad— me miró y me dijo: “Te vi en las fotos de Lu, y ese no es el grupo para ti”. Mis ojos se abrieron; primero me reí pensando que era una broma, ya que no era usual que saliera con ellos. Pero él, con un tono fraterno, dijo: “No lo son”.

Seguimos entre cuentos y chistes, comiendo y riendo, hasta que la noche acabó y todos a casa. Sus palabras quedaron dando vueltas en mi cabeza porque no fui capaz de preguntar el porqué de su advertencia.

Los días siguientes me ocupé y olvidé el tema.

Hasta que, una semana después, desperté muy temprano por aquello de la rutina y decidí llamar a Pablo para preguntarle las razones. Fue solo una, una razón. No supe de dónde obtuvo la información. Solo me dijo esto: “Es pura intuición. Pero ojo, que el corazón no falla cuando quiere cuidar y proteger a quienes queremos”. Ese día se abrió un espectro de recuerdos, y todo encajaba o tenía lógica. Todo pasaba a ser obvio y hasta predecible.

Me alejé para ver la situación desde otra perspectiva, y se veía mucho más claro.

Hoy agradezco a Pablo porque su intuición de amigo protector me sacó de lo que iba a ser un fiasco. Y agradezco a esa corazonada, a la que pocas veces escuchamos, cegados por el barullo social, aunque está ahí, desarrollada para ser parte de nuestra autopreservación.

2 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Comparte este contenido
Impulsa este Blog: