Potencializar nuestra fuerza creadora es posible, y, dependiendo de a quién le preguntemos, habrá un sinnúmero de respuestas que nos orienten hacia ello. Me gustaría poner un poco de luz sobre uno de los factores que creo ayudan a liberar y dejar fluir esa creatividad que habita dentro de cada ser humano.
A este factor yo le llamo confianza, algo que, en ocasiones, es lastimado o deteriorado desde nuestros primeros años de vida y, lo que es más contradictorio, por mensajes de personas que nos aman profundamente. Alcanzo a apreciar cómo esta conducta viene de lejos, pues nuestros padres (no todos) a su vez recibieron este tipo de mensajes por parte de sus propios padres, y estos de los suyos.
Estos mensajes provocaron que nos desconectáramos de la fuerza creadora original y alimentaron un sentimiento de inferioridad que pareciera parte de nuestro bagaje cultural, acunado desde tiempos ancestrales. Este sentimiento se refleja en las personas a través de una tendencia hacia el análisis excesivo, posturas críticas que lastiman la autoestima y una desconfianza en las capacidades propias.
Así que, si deseamos liberar el poder creativo que habita en nosotros, sería una buena elección comenzar por reconocer, apreciar y valorar las capacidades o talentos que nos han sido regalados, decidiendo ponerlos al servicio propio y de los demás. Esto implica renunciar a las creencias instaladas en nuestra mente y corazón por nuestros padres y por aquellas personas significativas en nuestras vidas.
Ayudará mirar a los ojos de esas personas (estén vivas o no), agradecerles por todo lo que hicieron por nosotros, reconociendo que lo hicieron de la mejor manera que creyeron y pudieron. Desde nuestro corazón, solicitaremos su bendición para soltar aquellas creencias que nos han estado limitando y abrazar otras nuevas, que nos permitan reconocer nuestras capacidades y hacer el mejor uso posible de ellas.
También propiciaremos la manifestación creativa de dichas capacidades si elegimos acallar al juez crítico que se formó dentro de nosotros en algún momento de la vida, un juez que, la gran mayoría de las veces, corresponde a una voz internalizada que nos enseñó a ser estrictos, exigentes y descalificantes con nosotros mismos y, luego, con los demás. Si a través de esta renuncia damos paso a una actitud compasiva que nos ayude a mirarnos en nuestra dimensión humana, falible, pero profundamente amorosa, será más probable y fácil que reconectemos con la energía creadora, que siempre ha estado y estará disponible.
Finalmente, también será de suma utilidad proponernos realizar análisis precisos, breves, realistas y propositivos de las situaciones que afrontamos en cada momento. Será necesario negociar con la fuerza de nuestra mente racional, prometiéndole que cualquier señal que detecte será tomada en cuenta, pero que no estamos dispuestos a paralizar la fuerza creativa, que también es parte de su naturaleza. Si acompañamos esta fuerza con la guía del corazón y del alma, seguramente lo que emprendamos será en beneficio propio y de la comunidad.
En resumen, si logramos reconocer nuestras capacidades, fortalecer una actitud compasiva y darle un buen lugar al análisis que nos ofrece nuestra mente, muy probablemente conectaremos con esa fuerza creativa y creadora de la cual no tenemos idea de lo que puede generar una vez liberada.
Tú, ¿cómo eliges liberar este potencial creativo en ti?