¿Quién soy?, ¿a dónde voy?, ¿para qué estoy aquí?, ¿cuál es el propósito de mi vida?
Son preguntas que eventualmente casi todo ser humano llega a plantearse en algún momento. Algunas personas logran encontrar respuestas, otras tardan un poco más de tiempo y otras no logran responderlas durante toda su vida.
Creo que algunas de las respuestas posibles a estos cuestionamientos existenciales, que han interesado al ser humano desde tiempos inmemoriales, podemos encontrarlas en la herencia genética que recibimos de nuestros padres y demás ancestros. A pesar de que la información existente al día de hoy no ha podido probar que haya una especie de herencia energética en el ADN, sabiendo que somos seres de energía, no me parece imposible que, a través del ADN, cada persona pueda estar siendo influida para dedicarse a tal o cual actividad.
Estoy cierto de que los factores socioambientales tienen influencia sobre las decisiones que los seres humanos toman a lo largo de su vida; que el contexto familiar en el que se desenvuelven define, de alguna manera, el carácter de la persona y los hábitos que elige desarrollar. Pero me cuestiono si, además de la relevancia de los modelos sociales, podríamos pensar que existe una memoria celular instalada en el ADN que se transmite de generación en generación, influyendo en las actividades que elegimos, en el propósito de vida que abrazamos y al que dedicamos nuestro tiempo, esfuerzo y energía.
Encontramos ejemplos comunes cuando vemos que, en una familia, el abuelo es o fue médico, el padre adoptó la misma profesión y el hijo le sigue los pasos. O cuando una bisabuela asumió como propósito de vida ayudar a los más desvalidos; luego la abuela, al parecer, no sintió agrado por esa elección, pero en la siguiente o siguientes generaciones, la madre y la hija retoman ese gusto o pasión por dedicar su tiempo y sus recursos a ayudar a los necesitados.
Podríamos decir que los posteriores solo siguen el ejemplo de sus anteriores, lo cual nos invita a reconocer la relevancia del condicionamiento social. Sin embargo, me surge el cuestionamiento respecto a la posibilidad de que esta predisposición para tal o cual actividad o profesión, para adoptar un determinado propósito de vida, estuviera influida por la información contenida en el ADN heredado, en la genética transmitida de generación en generación… ¿Será posible esto?
Desde la perspectiva de las Constelaciones Familiares, entendemos que la persona está dispuesta a casi cualquier cosa con tal de conservar su derecho de pertenencia. Una forma de mantener este derecho es precisamente hacer cosas similares o iguales a las de su sistema familiar. Pero también tendríamos que considerar la predisposición contenida en el ADN que la persona ha heredado, que le otorga ciertas habilidades o capacidades que la impulsan a ir en una dirección y no en otra.
Como sea, la invitación es a que revisemos, en nuestro sistema familiar, aquellas influencias que recibimos a través del ejemplo dado en el contexto social y familiar, y que también exploremos las energías transmitidas a través de las generaciones anteriores a la nuestra, mediante la información contenida en la herencia genética que recibimos. Es posible que, en estos dos contextos, logremos encontrar nuestro propósito de vida y dedicarnos a él con la mejor actitud, conscientes de que, de esta manera, honramos lo que nuestros ancestros nos han heredado.