En el territorio del ego crece la mirada que entiende el mundo partiendo de su propio ombligo y que siembra malestar en cualquier entorno en el que se mueve. La palabra “ego” viene del latín y significa simplemente, “yo”. Para la filosofía oriental se refiere a la autoconciencia. Freud también lo identificó como esa parte intermedia donde la persona se debate entre el impulso instintivo y la presión de las normas sociales.
El objetivo final sería desarrollar un ego que nos permita el equilibrio en el día a día de nuestras relaciones y la propia sociedad.
Hay dos tipos de ego. Por una parte nuestra necesidad de desarrollar un “yo” fuerte donde quede consolidada nuestra autoestima, donde exista una conciencia de los valores y esa identidad que nos define pero que a su vez, es sensible y cercana al resto de identidades que nos rodean. Por otro lado estarían los egos inflados.
Un ego grande es un “yo” desmesurado y poco realista que no se ha enriquecido al interior de la persona. Sus vacíos, sus limitaciones personales y su falta de autoestima lo abocan a buscar un reconocimiento exterior donde sentirse reforzado.Tiene como propósito ejercer el control. Para eso, no duda en humillar o en despreciar.
Al ego grande le encanta ser el centro de atención e identificarse con todo aquello que logre diferenciarle del resto: un título, un logro, una marca, una bandera…
El ego grande es capaz de mostrarse como bueno y agradable para exaltarse como persona y así, captar adeptos.
A su vez, existen diversos tipos de “egos grandes”, está el sabelotodo, el sofisticado, el que busca prestigio, el insaciable y que siempre busca emociones y experiencias nuevas para luego enorgullecerse de ellas.
La clave para cambiar pasa por ser conscientes de nuestros comportamientos y actitudes de todos los días:
- liberate de la necesidad de ser superior a los demás.
- no te apegues solo a tus logros y a tus éxitos. Reconoce también los de los demás.
- no te sientas eternamente ofendido por lo que dicen, hacen o piensan los que te rodean.
- libérate de la necesidad de ganar en todo.
- y no te obsesiones con tener siempre la razón.