Amanece. Ella, mate en mano, mirando por la ventana los colores que el cielo le propone hoy. Como un péndulo su mente divaga entre el presente y el pasado. Un pasado que la atormenta y la mantiene desvelada ese día. Fue entonces que cayó en la cuenta de que el mundo demente del que trató de escapar por años, aún estaba en su mente,
- ¿con qué propósito se mantiene tanto tiempo una mentira?
- ¿Es acaso una amenaza que no se atrevía a enfrentar?
- ¿Qué hacía que su mente se detuviera en aquel día, hace casi tres décadas?
Pensó, retrocedió, comenzó a resentir aquel momento. Su corazón se aceleró, sus manos comenzaron a transpirar. Un vacío llenó su pecho. Una soledad inmensa la habitó. Se sintió separada de todo. Resintió que sus recursos no eran suficientes para resolver su situación. Realmente no sabia que hacer. No pidió ayuda. No estaba entre sus permitidos. Había crecido
llena de estructuras y mandatos de aquella época en la que la mirada del otro, las buenas costumbres y la moral tenían un peso enorme en su vida.
Más allá de sus estructuras ella quería ver el cielo.
La posibilidad de que otra realidad era posible rondaba como idea en su cabeza. Debía de haber otra forma. Acceder a un mundo de posibilidades era su desafío.
Pero aquel día, en ese instante su corazón decidió que él la salvaría de aquel infierno. Una semilla latía en su interior. Protegerla era su misión. No podía permitir que no germinara y floreciera. Ella ayudaría a que así fuera. Él no sabía por lo que ella pasaba. Nunca lo supo. La culpa la invadió muchas veces. Pero esta mañana más.Pensaba que la historia que se había montado involucraba muchas más voluntades que las que pudo imaginar. Pensaba que la decisión que ella tomó tuvo que ser así para el mayor bien de todos. Su secreto estaba bien custodiado. Había sido guardiana de una constante en su familia. De un patrón que por generaciones se venia repitiendo una y otra vez. La traición de una u otra forma siempre aparecía. La traición que tanto la había hecho sufrir y que la llevó a pagar con la misma moneda. La traición que la llenó de remordimientos y broncas impotentes.
Hoy sentía que quizá hace tres décadas se traicionó al ceder su poder a los otros, al cumplir con las mentiras que le contaron y se montó en la cabeza, al tratar de complacer modelos mentales ajenos, a adherir a un sistema de creencias obsoleto, que le llevó casi treinta años descifrar.
A luchar para que no se apague aquello que permitió la supervivencia del árbol.
Ella traía en su interior una semilla, su meta: PROTEGERLA.
Ella sabe que desde el amor que sentía por los que la antecedieron continúo perpetuando esa constante familiar. Ella sabe que traicionó, pero también sabe que el amor fue su motor.
¿Culpable o inocente?
Te leo…
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