Según datos que acabo de recopilar, mientras me comía un McTrío McPollo, con papas a la francesa medianas y coca cola con hielos, en un McDonalds de la colonia Del Valle; cada 10 minutos entra una o dos personas a hacer uso del sanitario sin hacer ningún tipo de consumo. En ciudades grandes, como ésta, la Ciudad de México, el baño es un problema. Los trayectos son tan largos, que en cualquier momento, podrían llegar las ganas de ir al baño.
Es un martes, a las 3:48 pm, y este lugar, está bastante concurrido.
¿Por qué llegué aquí?
Por otra necesidad básica, cargar mi teléfono y, de paso, una no tan básica, comer algo.
Oficinistas solitarios con corbatas azules, grupos de amigues, probablemente, también oficinistas, niños y niñas con sus abuelas y mamás, algunas parejas enamoradas, otras no tanto, algunas otras infancias acompañadas de sus hermanxs o podrían ser sus primxs. Muy pocos extranjeros, supongo que están hartxs de McDonalds. Adolescentes con sus mochilas deportivas, hay un polideportivo cerca.
Yo, ocupo la mesa 157.
Acaba de empezar a llover y un par de chicas acaban de exclamar: – ¡Ni suéter traemos!.
También me encontré con un par de gitanas, ya saben, el ojo delineado de negro, cabello largo, ondulado y oscuro, falda larga y colorida, muy cómoda, de telas frescas, ropa amplia y esas miradas profundas que te gritan: ¡TE VOY A LEER EL FUTURO!
Nunca había visto meseros en McDonalds, es una cadena muy antigua de fastfood, no se caracterizan por tener atención en las mesas, no obstante, aquí hay un chico que merodea el lugar. Hace rato le pedí cebolla para mi hamburguesa y, muy amable, me la trajo.
Un hombre acaba de entrar empapado.
Dani, también acaba de llegar. Escuché a una chica saludarlo.
Me sorprendió ver a tantas personas en la cocina cuando recogí mi pedido en la barra.
Una chica también merodea el espacio entre las mesas. Su uniforme es azul y no gris como el de lxs demás. Ella sonríe ampliamente, supongo que es la gerente. Entrega conos de nieve muy feliz y, a mi me me trajo BBQ y salsa agridulce.
Me cautiva la radiancia con la que se mueve en el lugar e interactúa con lxs comensales.
Nunca lo había visto. El último McDonalds que visité fue hace un mes y medio, aproximadamente. Me sorprendió que ya no había cajas, solo máquinas de autoservicio para hacer tu compra. Me asusté con el hecho de llegar al día de la tecnologización completa del mundo. Visitar esta sucursal, disipó un poco mi miedo.
Una señora le dice a su amiga: – ¡Están hechos camote y no te atienden!
En México, así se le dice cuando en un restaurante todxs están ocupadxs, hay mucho trabajo, pedidos, comensales.
Yo, escribo y observo, mientras mi celular se carga.
Una mujer trapea justo a lado de mi celular.
Me trueno los dedos entre líneas.
Debería o podría, hablar de mi infancia y mi pasión desmedida por la “cajita feliz”, los recuerdos con mi padre, a quién mucho tiempo después, yo llamaba “un papá de fin de semana” que nos llevaba a McDonalds o Burger King. Para mí era como ir a Disneyland. Mi hermano y yo, pasábamos horas en los juegos. Saludábamos a mi papi desde arriba, él nos respondía y esperaba paciente, o, eso creo. Me pregunto, ¿qué pasaría por su mente aquellos días?
Me gusta mucho escribir la frase “aquellos días”, me genera nostalgia y me hace pensar en tiempos, muy o no tanto, lejanos.
En lugar de esto, decidí escribir sobre el presente y lo que mis ojos han sido capaces han sido capaces de capturar, ésta simple tarde lluviosa de septiembre.
Su nombre es Rai. Se acercó para pedirme un favor: hacer una encuesta sobre el servicio de McDonalds, a cambio de un cono. ¿Cómo supo que se me antojaba uno?
La chica sonriente camina hacia a mí de nuevo, ahora, con un cono de helado de vainilla en la mano.
En mi encuesta de satisfacción del 1 al 10, un poderosísimo 10. ¡Clienta satisfecha!
La lluvia ha cesado.
Un comentario
Me gustó mucho, que bueno que te animaste a escribir un relato. Gracias pequeña Aylin