Mendigos

Festejos, hojas en blanco, hilo en el carretel…

Palabras que parecen disociadas, pero un hilo invisible puede que las una, si un observador atento interviene.

Ese día el hombre de la villa escuchaba a una clienta de la tienda relatar su vida.

– “yo, con mis noventa y pico– decía la mujer orgullosa de los años en su haber- confieso que he vivido, a mi manera, pero he vivido”.

Fue la frase que el vendedor retuvo en su mente. Se la repitió una y otra vez. Primero como una afirmación, luego como un interrogante:

  • He vivido
  • He vivido
  • ¿He vivido?

Inmediatamente recordó que por esos días su suegra cumplía 90 años y los preparativos para el agasajo familiar dejó a la vista muchas grietas que aún daban cuenta de enojos, resentimientos, tristezas, desavenencias.

Aquel acontecimiento estaba oficiando de termómetro dejando ver el estar siendo de los vínculos familiares profundos.

Aparecieron los que lideraban el festejo, propulsando acciones para llevarlo a cabo…

Los que observaban sin intervenir, pese al reclamo de presencia…

Aquellos que ordenaban y organizaban el evento, los que se pusieron a disposición de los otros, los que actuaban, los creativos, los que tomaban decisiones, los responsables y los que solo estaban dispuestos a disfrutar del evento.

La ira, la adulación, el egoísmo, la dramatización, la avaricia, los miedos, el enojo y la comodidad aparecieron en igual medida.

Y con ello el resentimiento y formas vinculares no sanadas.

Personas adultas organizando un festejo de otro adulto, mayor que ellos, se comportaban como niños disputándose el amor de su madre.

La madre ni enterada.

El hombre de la villa imaginó aquella escena de niños llamando la atención de su mamá y su mamá huyendo sin saber adónde. A ella tampoco le habían prestado la atención que hubiese querido y pasó su vida mendigando ser vista. Ahora no podía ver.

¿Ironía del destino?

¿La otra cara de la moneda?

Dicen que a un defecto le corresponde en igual medida una virtud. Polo negativo, polo positivo. El desafío es el balance.

¿Acaso estar en el centro tiene que ver con la acción de vivir?

¿Acaso mantenernos en los extremos, en las polaridades tiene que ver más con sobrevivir?

¿Y en esto se nos va la vida? ¿Buscando surfear las vicisitudes de lo heredado, el presente y el devenir?

¿qué tiempo es ese en que conviven pasado-presente y futuro?

¿acaso encontrar la intersección entre los tres momentos es parte del desafío?

¿cómo sería la historia, nuestra historia, si pudiésemos combinar esos tiempos?

¿habría tantos desencuentros y emociones encontradas conviviendo en nosotros disputándose el trono?

¿Ego o Ser?

Encontrar nuestro propio color en el mar incoherente y con contrariedades que se nos presenta a menudo, no es tarea fácil- pensó el hombre de la villa, mientras bebía café de su taza

Otro cliente interrumpió sus pensamientos cuando ingreso a la tienda

¿desde dónde escribimos las hojas en blanco por vivir?

¿Optimizamos el hilo que nos queda en el carretel?

¿O elegimos continuar surfeando en los polos opuestos mendigando AMOR sin voltear a VERNOS?

-“¿Cómo estoy viviendo?

¿A mi manera o a la manera de los otros en mí?”

– se preguntó finalmente el hombre de la villa.

Miró la borra de café en el fondo de su taza, y se dispuso a atender al cliente que demandaba su tiempo.

Historias de la villa que pasan aquí y allá. Me pasa, te pasa, nos pasa.

Historias alteradas, integradas y ampliadas de la villa….

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