El feminismo propone un cambio en los patrones sociales para liberar a la mujer y acabar con la desigualdad entre los sexos. ¿Pero de qué tenemos que liberarnos y en qué queremos ser iguales?
Es cierto que la condición de la mujer en los distintos ámbitos – familiar, sexual, académico, laboral, político – se ha visto en desventaja por largo tiempo. Hemos tenido que luchar por el derecho al voto, a la educación, a tener oportunidades laborales, a decidir sobre nuestra sexualidad y aún en este siglo XXI seguimos haciendo esfuerzos para encontrar un lugar en las diferentes esferas en donde nos desenvolvemos.
Recuerdo hace unos 13 años, contar el número de hombres y mujeres sentados a la mesa durante algún comité de dirección al que yo asistía regularmente. La mayoría de los asientos eran ocupados por hombres. Podría decir que la proporción era de un 75 % hombres y 25 % mujeres. Si bien los tiempos han cambiado, todavía sigo contando la participación de las mujeres en posiciones directivas y sigue siendo dispar. La figura masculina sigue predominando, sobre todo, cuando hablamos de puestos de dirección.
En mi experiencia, cuando mi hijo llegó, también llegó con él un cambio de prioridades interesante. Y es que nadie me lo pidió, nadie me dijo lo que debía hacer o lo que era mejor; fue mi yo interno quien sintió la necesidad de “desacelerar”. Me había convertido en madre y sentía y quería asumir ese rol, porque siendo honesta, nunca encontré el equilibrio entre mi vida laboral y la maternidad. Quizás mis estructuras adquiridas eran las que estaban manifestándose o, probablemente, era la ciencia de la maternidad humana en todo su esplendor.
Cuando un caballo baja la velocidad, los demás toman la delantera.
Dije adiós a la empresa que por 13 años fue mi segunda casa, me vio crecer profesionalmente y convertirme en madre. Asumí con agrado las consecuencias de mis decisiones, claro, sin que ello significara una resignación total. De vez en cuando me sorprendo queriendo volver a tomar velocidad y medirme con los jinetes que han galopado por años acumulando experiencia, “colmillo” y piel gruesa.
¿Será que al final, cuando los hijos llegan, es la mujer quien decide “desacelerar” su carrera profesional para dedicarse a sus hijos y apoyar en el cuidado y guía de la familia? En nuestra sociedad aún vemos a pocos hombres decidir quedarse al cuidado de los pequeños y dejarle a la mujer la tarea de cubrir las necesidades económicas del hogar. También es cierto que el modelo laboral ha cambiado. El trabajo remoto ha traído a la luz la verdad detrás del mundo laboral. Conceptos como “balance entre la vida laboral y la vida personal”, “tiempo de calidad” y “efectividad vs tiempo en oficina” han ayudado a que el trabajo se perciba como parte de la vida personal y que la vida personal habite dentro de la esfera laboral.
Nos hemos vuelto cada vez más competitivas en la búsqueda de la igualdad, y entiendo que hoy, las mujeres se lo piensan seriamente antes de embarcarse en la fantástica aventura y responsabilidad de tener hijos. Hoy tenemos más control sobre nuestros cuerpos, estamos más informadas respecto a nuestra sexualidad, tenemos más acceso a métodos anticonceptivos y los avances científicos nos ofrecen alternativas que hace años eran inimaginables, por lo que la asignatura de la maternidad preferimos posponerla o dejarla en el olvido definitivamente. Es real: la tasa de natalidad en México ha mostrado una baja importante en los últimos años, pasando de casi 5 hijos en promedio en 1980 a menos de 2 hijos en el 2020.
Creo que en la sociedad feminista hay cierto rechazo a la maternidad. Y tú, ¿qué opinas?