Recientemente nació mi segundo nieto (Alonso fue el nombre que eligieron sus papás), lo que me invita a compartir lo que para mi representa este vínculo afectivo, lazo que nos afecta a unos y otros; afecta a mi nieto porque sin él querer/saber lleva en su sangre algo de mi y lo que eso implica, ja!, afecta a mi hija (su madre) porque con un poco de más consciencia sabe que ese bebé lleva parte de ella y por consecuencia, de mi; por supuesto me afecta a mi, porque con mucha consciencia (no sabría cómo medirla, pero la experimento) sé que la vida de mi nieto estará aderezada con algunas de mis experiencias de vida, lo que me compromete, me reta, a buscar conscientemente cómo aportar de maneras positivas en su propio camino, a su proceso de crecer y madurar.
El punto es que esta situación que vivo y que algunos llaman abuelez, ha tocado mi corazón, ha provocado experiencias con efectos que no había imaginado, obviamente todas muy emotivas (quien ya es abuelo/abuela sabe de lo que hablo), y me ha llevado a considerar esta condición desde dos perspectivas: como un arte y como un placer.
Se requiere de todo un arte para ser abuelo, pues hay un impulso muy fuerte de educar a los nietos bajo los lineamientos que a mi parecen los correctos, pero logro contener dicho impulso y respetar el orden que estipula que esa labor le corresponde a sus padres; un arte también poder distinguir cuál es el momento oportuno para aparecer y desaparecer de la escena familiar, de manera que mi presencia se convierta en una aportación al bienestar familiar e individual de quienes somos parte de este sistema.
Luego aparece el placer, ese que siento cada vez que miro dormir a Alonso, cuando escucho a Pablo parlotear, entendiendo apenas un poquito de lo que me dice pero contando con la traducción de su madre, el placer del calorcito que se da cuando tengo en mi brazos al reciente miembro de la familia o cuando jugando con Pablo (o más bien, él jugando conmigo) a las luchitas puedo disfrutar del contacto físico y de la risa que este juego le provoca; ese placer que es inherente al lugar que me corresponde en la dinámica de interacción con ambos, ese que nadie me puede quitar, porque es todo mio y solo mio.
Sé que para la pregunta: ¿qué significa ser abuelo? hay tantas respuestas como abuelos y abuelas existen, pero estoy seguro que para todos aquellos que tenemos la dicha de vivir este lazo amoroso, estos dos ingredientes están presentes; para todo abuelo y abuela representa un reto afrontar el arte de fungir como tal ante esos seres maravillosos, y una felicidad gigante experimentar el placer de ejercer dicha posición que la vida nos regala.
Vuelvo a experimentarme muy bendecido y profundamente agradecido por el privilegio de haber coincidido en el camino con Leonor, por la elección que ambos hicimos para construir esta familia que me ha permitido ser papá de dos hermosas hijas, suegro de dos hombres íntegros y abuelo de dos preciosos nietos.
Y tú, ¿cómo vives la abuelez?
Un comentario
Coincido contigo totalmente Mariano. Los nietos son la cereza del pastel de nuestra vida. Enhorabuena para ustedes y para nosotros también.